Rey Maya

Durante muchos años, creí que tenía que dejar un legado. Me obsesionaba la idea de inmortalizarme, de que mi paso por este mundo tuviera un peso, una herencia. Pensaba que debía construir algo duradero, algo que dijera: «Yo estuve aquí». Con el tiempo, llegué a comprender que no le debo nada al mundo. Que vivir no exige justificar cada paso, ni devolver con obras lo que la vida nos da. Hoy escribo sin pretensiones de trascender. Escribo porque me da placer. Porque soy feliz cuando lo hago. Porque escribiendo reuní todas las vocaciones que soñé y que la vida no siempre me permitió seguir.

Escribir es, para mí, la mejor manera de vivir. La más auténtica. Es mi forma de ser yo mismo sin tener que pedir permiso, sin filtros ni concesiones. En mi juventud, por un hambre —de sentido, de un camino, de certezas— toqué muchas puertas, anduve muchos caminos, y fui un poco de todo. Hoy entiendo que todos esos pasos eran necesarios para llegar hasta aquí. Para encontrarme.